Wednesday, April 30, 2008

Chipas utópicas, o simplemente zurditas


Todos tenemos una geografía imaginaria, en la cual países, ciudades, lugares están adornados con atributos surgidos de lecturas, músicas, relatos, experiencias, asociaciones de ideas. Aunque a veces son compartidos, esos atributos imaginarios suelen tener sentido para nosotros pero no necesariamente para los demás.

Todo esto es para decir que en mi geografía imaginaria, Paraguay está representado por la única telenovela que vi completa en mi vida —era Piel Naranja, con Marilina Ross, Arnaldo André y Raúl Rossi, y la miraba allá por mediados de los 70 con mi mamá—, una bebida inigualable en verano —el tereré— y una comida: las chipas.

Piel Naranja es apenas un recuerdo*, así como su canción emblema: Quereme... Tengo Frío. El tereré nunca volvió a ser tan bueno como el que tomamos con mi amigo Saverio cuando anduvimos de mochileros por el Paraguay que todavía gobernaba Alfredo Stroessner.

Pero las chipas las volví a hacer el otro día, tal vez como inconsciente homenaje al triunfo del ex obispo Fernando Lugo en las elecciones presidenciales paraguayas del 20 de abril; triunfo que puso fin a seis décadas de dominio —dictatorial en su mayor parte, corrupto siempre— del Partido Colorado.

La receta de las chipas me la pasó Monique, la entonces esposa de mi amigo Saverio, escrita en una hoja de cuaderno con tinta azul. Esa hojita —es como si la estuviera viendo— me acompañó durante años y, con el uso, la tinta se fue decolorando, o directamente desapareciendo donde algún ingrediente salpicó el papel. Llegado cierto punto, la receta era más o menos ilegible. Es decir que no puedo garantizar la autenticidad de la receta que sigue, pero ahí vamos.

INGREDIENTES (para cuatro comensales)

·> Almidón o harina de mandioca: 500 g.
·> Manteca: 100 g.
·> Huevo: uno.
·> Sal: no hace falta, pero si sos adicto, una pizca.
·> Queso tipo “Mar del Plata”: una taza.
·> Queso tipo “Fontina”: una taza.
·> Leche: 200-250 cc.
·> Polvo para hornear: una cucharita de té.

PREPARACIÓN

[1] Cortar el queso en cubitos muy pequeños o directamente rallarlo (grueso). Pelar el huevo.

[2] Poner todos los ingredientes en un bol de tamaño adecuado. Como dije, la sal no es realmente necesaria, pero si querés, agregala. No pongas toda la leche, más o menos la mitad.

[3] Mezclar con las manos —ésta es la mejor parte. Agregar la leche de a poco hasta lograr una masa homogénea, elástica —que no se “desgrane”— pero consistente. Cuando la masa sea “modelable” pero no muy blanda, boludear con ella; es decir: hacer unas bolas de entre tres y cinco centímetros de diámetro.

[4] Poner las bolas —atención: las que hiciste con la masa— en una bandeja al horno —que debe estar a alrededor de 180 grados— durante unos 20-25 minutos, o el tiempo que tarden en alcanzar una coloración como las de la foto; o sea, más o menos doraditas, según el gusto del consumidor.

[5] Servir con una buena ensalada —o lo que se te ocurra— y un buen vino —para mí tinto, gracias. La chipa bien hecha tiene cavernas de queso en su interior, pero el mismo no se escapa al exterior —o sea, que las de la foto dejan un poco que desear: mejoraremos!

Los viernes o sábados a la noche, las chipas —económicas y fáciles de hacer— eran un clásico en las reuniones de los jóvenes estudiantes que éramos por entonces. Preparación, cocción, degustación —todo el proceso se acompañaba de interminables discusiones animadas por temas como Canción urgente para Nicaragua, Yo pisaré las calles nuevamente, La maldición de Malinche, música de época, bah...

Pordiós... mejor dejo acá, antes de que se me piante un lagrimón. Sea como fuere, vamos Lugo viejo y peludo!

* Leo en Wikipedia que Piel Naranja se dio en Volver hace poco: cómo me la perdí!