Pollo 3C
Suena raro pero desde que llegué a Irlanda he estado bastante expuesto a la comida asiática principalmente la del subcontinente Hindú, osea la India sin H. No es que sea un experto en la materia pero es obvio que al ser un territorio tan extenso, como Argentina pero sin las empanadas, tiene una gama casi infinita de tipos de cocina por cada región, variando sensiblemente desde el sur al norte de acuerdo también a las condiciones climáticas y la disponibilidad de ciertos ingredientes y especias, como ser yoghurt en el norte, arroz y coco en el sur, etc, ponele, como dije no soy un experto, yo abro la boca y saboreo nomás.
No todos los platos son picantes aunque puedan serlo, en general se modifican para el agrado de los comensales del momento.
La cosa es que la cuisine hindú es mucho más florida que la irlandesa, de eso no hay dudas, e incluso que la inglesa, por eso hay tantos restaurantes y rotiserías en el territorio británico. Digamos que le ponen color, sabor y buenos precios a la cosa, de lo contrario estaríamos comiendo cordero y papas en todas sus variantes en el mismo plato, todos los días.
De su riqueza de sabores a mi me ha quedado el uso de un par de especias que he usado en este sencillísimo plato que cualquier bestia como yo puede hacer: cardamomo, cúrcuma y clavo de olor.
Las semillas de cardamomo son una cosa bien rara, el aroma es indescriptible por decir que no se puede describir y es necesario persionarlas un poco hasta quebrar apenas la cubierta exterior y de esta manera liberar todo su perfume. Los egipcios ya la usaban para lavarse los dientes y es una especia popular en los paises nórdicos desde que los vikingos la importaran desde Constantinopla hace ya unos mil años.
La cúrcuma es un polvillo anaranjado que tiñe todo lo que toca y se puede usar para dar color, además de aroma, en un arroz o en este caso, broncear la pálida piel del pollo albino. Se usa también para teñir tejidos en la India, con eso te digo todo. La cúrcuma ha sido siempre una especia de alternativa más barata al azafrán, así que partiendo del Sabor 15 se pueden hacer una idea.
El clavo de olor apenas lo usamos pero complementa muy bien el tridente. Dicen también que los romanos los usaban para remachar escudos cuando no había otra cosa a mano pero no tengo datos concretos al respeto, se ve que los escudos mucho más no duraban.
Manos a la obra:
Primero se calienta aceite, se echan unos dientes de ajo, se apoyan las presas de pollo y se van dorando de los dos lados. Se echa sal, pimienta, las semillas de cardamomo (cinco o seis, previamente partidas), los clavos de olor (no muchos, cuatro o cinco) y por último se rocía el pollo con la cúrcuma (una cucharada sopera al ras) para que se termine de dorar el todo. Si se quiere hacer más picante se puede echar jenjibre o pimienta de cayena o más pimienta blanca o molida, lo que sea.
Se retiran las presas luego de haberlas dorado bien de los dos lados y se dejan a un lado pero sin desdeñarlas y en el líquido resultante se doran unas cebollas finamente picadas y unos champignones que, al estar listos, se vuelvan sobre una fuente a modo de colchoneta sabórica donde reposará su último sueño oriental, el pollo.
En este caso he utilizado muslos porque me pueden, pero si quiere la pata entera o una buena pechuga, dele nomás con ganas.
En este punto nos quedaría todo así: una fuente con las cebollas, los champigñones y lo que quedó del liquido y sobre esto las presas de pollo. Volcamos unas cebollas enanas, si son tipo pickles dan un sabor extra, el del vinagre que no queda tan mal, pero mejor si usa cebollitas al natural.
Metemos todo al horno unos 30 minutos, evitando que no se queme nada pero que el pollo quede en su punto justo, ni seco ni sanguinolento como recién sacrificado a los dioses.
Y eso es todo, no hay mucho más, se pueden como siempre cambiar las proporciones de los ingredientes, agregar más cantidad de una u otra especia, hacer todo más picante o no, incluso se podrían agregar unas arvejas para contrastar el amarillo con el verde, etc, como siempre lo que me parece es que cada receta es en realidad una base, como en el origami, para saltar hacia otra radicalmente diferente o más completa.
Pero al final todo depende de lo que tengamos en la heladera, en la alacena y en el tachito de las especias.
Exitos y, como dicen en la India: Comé con pan, nene.